Para alcanzar un liderazgo efectivo, se deben considerar aspectos que van más allá del tecnicismo. Muchas veces implica abordar de manera humilde aciertos y errores, fortalecer los vínculos con el equipo de trabajo y por sobre todo, tener una buena gestión de emociones que permita potenciar los aspectos positivos y transformar aquellos que son de carácter negativo.
Una de las principales características de una buena lideresa o un buen líder, se basa en llevar a cabo una comunicación efectiva con el equipo de trabajo, transmitiendo con claridad sus mensajes, conectando con la audiencia y generando empatía. Por este motivo, es de gran relevancia que los liderazgos sean humildes frente a errores, conversar con la o las personas que se equivocaron y darles herramientas para no volver a cometerlos, lo que tiene como beneficio que la o las personas que se equivocaron se sientan con la confianza de poder mejorar.
Por este motivo, un buen liderazgo debe adquirir fortalezas en su inteligencia emocional, comprendiendo y controlando sus emociones de manera positiva, capaz de generar soluciones que entreguen beneficios personales, para el equipo de trabajo y para el público en general.
Para esto es recomendable que la lideresa o el líder exprese sus emociones de manera escrita o en algún documento, de manera tal que le de claridad a lo que siente. También debe ser capaz de replantear sus ideas, especialmente aquellas que tienen una connotación negativa. Y finalmente, aceptar cómo se dan las situaciones, dedicarle tiempo a aquellas situaciones que se pueden controlar, y dejar de lado aquellas que no. Lo relevante es que el equipo de trabajo se sienta vinculado entre sí, que vean en el liderazgo alguien a quien acudir y que las personas externas sientan que existe un compromiso con potenciar las relaciones y talentos del equipo.
